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י"ט אדר ב’ התשפ"ד

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Mitzva 375,376) Prohibición que el nazareo se encuentre debajo del mismo techo de un muerto y de impurificarse incluso por sus padres

Parashat Nasó

“…al alma muerta no vendrá… por su padre, su madre, su hermano y su hermana, por ellos no se impurificará…”. (Bamidbar 6,6-7)  

Mitzva prohibitiva de que ingrese el nazareo debajo del mismo techo que se encuentra un difunto judío, como dice el versículo “al alma muerta no vendrá…”.

Mitzva prohibitiva que el nazareo se impurifique con cualquier impureza de un muerto, incluso la de sus seres queridos, como dice el versículo “por su padre, su madre, su hermano y su hermana, por ellos no se impurificará, cuando mueran por que la corona de su Di-s esta sobre su cabeza”. El motivo de la severidad de esta ley del nazareo, que incluso supera la de los Kohanim, quienes también por su santidad tienen prohibido impurificarse con muertos, pero aun así por sus seres queridos les está permitido hacerlo, es que la santidad de los Kohanim no les recae por decisión propia sino por sí misma, desde el momento en que nacen poseen una especial santidad por pertenecer a una tribu que es toda santa, por ende su comportamiento para con sus familiares más cercanos es el mismo que el del resto del mundo con sus respectivas familias, porque no hay diferencia entre ellos y las demás personas, con la excepción de que en ciertos momentos deben servir en el Santo Templo de Jerusalén, pero en otros no se impiden de asentarse en su morada donde conviven y se alegran con sus amados y familiares en fiestas y comidas, entonces naturalmente su corazón se calienta para con ellos, motivo por el cual les permitió Hashem, Bendito Sea, impurificarse por ellos, porque los caminos de la Torá son agradables y todos sus senderos son de paz, sin embargo el nazareo que se consagró por propia voluntad y decisión en honor a Hashem, y todos los días que este en vigencia su compromiso como nazareo es santo en el nombre de Hashem, como testimonia la escritura “la corona de su Di-s esta sobre su cabeza…” no se debe dejar impurificar por los deseos y placeres mundanos, y más aún no se debe encontrar en las casas de fiestas o en comidas de compañeros, porque el haberse apartado del vino demuestra que su corazón puso atención para prepararse y alistarse delante del Eterno, con una profunda intención de arreglar los caminos de su alma haciéndose a un lado de la oscuridad de los placeres corporales, por lo tanto no hay duda que a consecuencia de la elevación que alcanzó su alma se va a hacer muy leve ante sus ojos los asuntos mundanos y no se encontrará más en reuniones amistosas tanto con cercanos como con simples amigos, y no encontrará placer en nada, fuera del Servicio Divino con el que se entrelazó fuertemente y sus ojos solo hacia él miran. Esta gran santidad y elevación lo separará automáticamente de sus hermanos, entonces vio la Torá que no era inconveniente prohibirle impurificarse por ellos, de la misma manera que el Mayor Kohen, ya que al ser tan elevado espiritualmente y separado de las compañías de sus queridos y no tener ninguna ocupación y pensamiento fuera de lo relacionado al Servicio Divino le impidió la Torá impurificarse incluso por sus seres más queridos. Y si preguntasen: el nazareo al terminar sus días de máxima elevación, con la culminación de su nezirut, volverá a ser como cualquier persona normal rodeada de este mundo material y entonces regresará también a perseguir sus deseos materiales, por qué él tiene más santidad que un Kohen y sus leyes son más severas?, la respuesta es que en la persona que se santificó como nazareo en el nombre del Creador Bendito Sea, hay esperanza que vuelva a santificarse sumando más días a su conducta como nazareo, y del cielo lo ayudarán que así sea como dicen nuestros sabios “quien viene a purificarse, se lo ayudará…”, de lo que se entiende que después de que se comprometió a ser nazareo incluso por día va a tener la ayuda del cielo para poder completar todos los días de su nezirut en un estado de pureza, y más aún de alargar su santificación.

Rige esta mitzva en todo tiempo y lugar, tanto sobre hombres como sobre mujeres.