Y es lo que nos enseñan nuestros sabios en su comentario sobre Kohelet: «Y aun el alma no se saciará», es una parábola que compara a un plebeyo que desposo a la hija de un rey, aun ofreciéndoles todos los presentes del mundo no podrá satisfacerla pues ella es la hija del rey; Y así el alma, aun prestándole todas las delicias del mundo no les admitirá valor pues ella proviene de las alturas. (Kohelet Raba 6). Como dicen nuestros sabios: «A pesar tuyo eres concebido, y a pesar tuyo naces” (Avot 4/29), el alma no gusta de este mundo, sino que lo aborrece. Por lo tanto, no hubiera creado el Hacedor una criatura con objetivos opuestos a la propia naturaleza y abominados por ella.
Pues entonces la creación del hombre es para su situación en el mundo futuro, y por ello le fue concebida esta alma, merecedora de que la sirvamos, en ella podrá el hombre recibir retribución en su debido tiempo y lugar para que no sea aborrecido por el alma este mundo sino, por el contrario, amado y estimado, y esto es muy simple.