A continuación hablaremos de la ira, hay entre los que se enfurecen quienes fueron comparados con los idolatras, y son aquellos que se enojan sobre toda cosa que se haga contra su voluntad llenándose de ira hasta perder la razón y consumir su lógica. Este tipo de persona destruiría el mundo entero si tendría la posibilidad pues su mente no la controla en absoluto y pierde su raciocinio asemejándose a los animales salvajes como esta dicho: “Desgarra su alma en su ira, ¿por tu casa abandonaré la tierra? (Job 18). Y él con facilidad cometerá todos los pecados existentes si su furia lo conduce a ellos, pues ya no tiene móvil sino su ira y hacia donde lo lleve se dirigirá.
Existe otra clase de coléricos, lejanos a los antedichos, y son aquellos que no todo lo que sucede contra su voluntad encenderá su ira, pero al enfurecerse se irrita en extremo, a él denominaron nuestros sabios: “Difícil de irritar y difícil de conciliar” (Trat. Princ. 5). También esto es muy nocivo, pues pueden producirse grandes tropiezos por su intermedio en sus momentos de ira y luego no podrá remediar lo que arruinó.