Aprendemos pues, que tanto en lo que se relaciona con él, como en lo que no, debe la persona encaminar al que viene a aconsejarse con él sobre la verdad clara y pura.
Y observa que llegó la Torá a lo más profundo de los pensamientos de los deshonestos, pues no de los tontos, nos ocupamos que aconsejan algo cuyo prejuicio es público y notorio; sino en los malvados inteligentes que emiten consejos a sus compañeros cuya apariencia reviste beneficios reales para el amigo, pero el objetivo no es su bienestar sino el mal, y el provecho del que aconseja. Por lo tanto dijeron: “Y si un buen consejo… etc., ello pertenece al corazón’’.
Y como sucumben las personas en estos pecados día a día, al ser llamados, y encaminarse hacia la fuerza de la codicia. Y ya aclaro el versículo su gran castigo: “Maldito el que equivoca al ciego de su camino”.