Capítulo 11, “Aspectos de la limpieza”, (parte trece) – 108
Y el tercer grado que continua al hurto y el adulterio, son los alimentos prohibidos, tanto los inaptos propiamente dichos, como su mezcla o lo referido a carne y leche, cebo, sangre, lo cocinado por gentiles, o el vino usado para la idolatría o el preparado para ellos.
Para purificarse de todos ellos, se necesita de un gran control y esfuerzo. Pues el corazón apetece manjares, o –el observar las leyes- no provoca pérdidas monetarias, o las dificultades que presentan las mezclas, y factores similares.
Y los detalles son numerosos así como está especificado en los libros rabínicos. Y el que las atenúa en lugar de ser severo, contribuye a corromper su alma. Como está dicho en las escrituras, sobre el versículo: “No se harán inmundos con ellos, pues serán contaminados por ellos” (Lev. 11), si se manchan en ellos, finalmente serán impuros; pues los alimentos prohibidos introducen impureza en nuestros corazones y en nuestras almas, hasta que la santidad del Señor desaparece y se aleja de nosotros. Y es lo que dijeron también: “Y serás impuro, y no sólo impuro sino que te atontarás, pues el pecado atonta el corazón del hombre” (Iomá 39), pues aleja de él el verdadero entendimiento que el Señor concede a los piadosos, como lo confirma el versículo: “Porque el Eterno concede sabiduría” (Prov. 2), y quedará materializado y bestializados en lo grosero de este mundo.