También la mentira es una enfermedad dañina que se extiende muchísimo entre los hombres y existen en ella varios grados. Hay personas cuyo oficio expreso es el mentir, ellos imaginan tremendas mentiras para trabar conversación con las personas, o para contarse entre los sabios o los muy entendidos, sobre ello está dicho: “Abominación del Señor los labios mentirosos” (Prov. 12). Y dice: “Vuestros labios hablan mentiras y vuestras lenguas pronuncian pecado” (Isaías 59). Y ya sentenciaron nuestros sabios: “Cuatro grupos no reciben la luz Divina, uno de ellos es el de los mentirosos”.
Hay otros cercanos a ellos en su nivel, aunque no se asemejan totalmente, y son los que mienten en su plática y en sus palabras o sea que no toman por oficio el inventar situaciones o hechos, que nunca sucedieron, pero al relatar alguna cosa mezclarán alguna mentira que se les ocurra y se acostumbrarán a ello hasta que se les convierte en algo natural. Estos son los mentirosos a los que nunca se les puede creer, y así lo dijeron N.S.: “Así es el castigo del mentiroso, que aunque diga la verdad no le creen” (Trat. Sanhed. 89), ya que incorporaron a ellos este mal, el que no puedan pronunciar sus bocas palabras limpias de mentiras. Y es lo que el profeta lamenta y dice: “Enseñaron a vuestras lenguas las mentiras, en las iniquidades se agotaron” (Jerem. 9).