Capítulo 11, “Aspectos de la limpieza”, (parte veintiuno) – 116
La calumnia y la maledicencia, ya son reconocidas por su gravedad y la cantidad de sus ramificaciones, hasta que sentenciaron nuestros sabios en la máxima citada: “Todos – tropiezan – en el polvo de la maledicencia”. Y dijeron: Se llama maledicencia, por ejemplo al decir: Dónde encontraremos ímpetu ardiente como el de fulano, o, enumerar sus virtudes ante sus enemigos, y todo lo que se asemeja; y aunque aparenten ser cosas livianas y lejanas de la calumnia, en realidad son sus derivados.
Para concluir, muchos caminos tienen el mal instinto; pero todo lo que ocasione daño o vergüenza al prójimo, tanto en su presencia o fuera de ella se incluye en la maledicencia que odia y abomina el Eterno, como dijeron sobre ella: “Todo el que relata una maledicencia es como si negara la existencia del Señor” (Trat. Erajím 15); y el versículo lo testimonia: “Al que calumnie a su prójimo en secreto, a él destruiré” (Salmos 101).