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Capítulo 18, » La devoción» (segunda parte) /176

Ahora aclararemos esto ordenadamente.

La raíz de las devociones lo que expresaron Nuestros Sabios: “Bienaventurado el hombre que se esfuerza en la Tora y regocija a su Creador” (Tr. Berajot 17).

Y la cuestión es que los preceptos impuestos sobre todo Israel, ya nos son conocidos así como la obligación que producen. Pero quien ame al Señor de verdad no tratará solo de guardar lo que públicamente es exigible a todo Israel, sino que le ocurrirá lo que le ocurre al hijo que ama al padre, que al sugerirle este algo que desea aun en forma muy tenue, ya se esforzará el hijo en esa acción todo lo que le sea posible, y aunque el padre no se le haya dicho sino una sola vez, y en medias palabras, es suficiente para aquel hijo, pues, comprende al padre y sus intenciones para satisfacerlas aún en lo que no fue ordenado explícitamente, pues podrá juzgar por sí mismo lo que le produce regocijo y no esperará a que se lo ordene más claramente o que se lo reitere.

Ello lo vemos con nuestros ojos pues ocurre en cada momento y a cada hora entre amigos y compañeros, el hombre y su mujer o el padre y el hijo. Resumiendo, entre todos aquellos en que el cariño es fuerte en verdad, ya que no dirá, no fui ordenado a más, es suficiente con lo que me exigieron expresamente, sino de lo que fue ordenado deducirá lo que lleva implícito el precepto, y se esforzará por hacer todo lo que le suponga al Señor un regocijo.