Capítulo 21, » Adquisición de la devoción» (segunda parte) /221
Los enemigos de la devoción son la ansiedad y las preocupaciones, si no puede distraerse de ellas hacia esta meditación, pues sin ella no alcanzará la devoción. Y aun después de haberla alcanzado, las preocupaciones presionarán su raciocinio y lo confundirán, impidiéndole superarse en el temor y el amor, y toda clase de aspectos inherentes a la devoción como ya lo mencionamos, y por lo tanto dijeron Nuestros Sabios: “La Divina Providencia no reside en medio de la tristeza…” (Tr. Shabat 30).
Y por supuesto más aún los goces y placeres, que son totalmente opuestos a la devoción, pues seducen al corazón tras ellos apartándolo de toda abstinencia y del verdadero saber.
Pero lo que puede proteger al hombre y salvarlo de estos obstáculos, es la confianza, dependiendo todas sus fuerzas del Señor, al reconocer que absolutamente nada de lo que le ha sido predestinado le faltará, como lo expresaron Nuestros Sabios, en sus citas: “Toda la subsistencia del hombre se determina desde Rosh Hashaná hasta Rosh Hashaná” (Tr. Bezá 16). Y así dijeron: “El hombre no toca de lo destinado a su prójimo, ni aun como el grosor de un cabello”. Por lo tanto, el hombre podría haber permanecido ociosamente sentado y lo determinado para él se realizaría, a no ser por la penalidad a él impuesta: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan” (Gen. 3), debiendo entonces esforzarse de alguna manera para lograr su manutención, pues así lo decretó el Rey Supremo, conformando una suerte de impuesto hacia el género humano del que no se puede escapar. Por eso dijeron: “Es posible que el hombre permanezca ocioso y obtenga su sustento”.