La escritura dice: “En toda empresa de tu mano que realizaras” (Sifrí). Esto no significa que el esfuerzo produce resultados, sino que debe realizar. Y al haber procurado realizar algo, cumple con su deber, creando así el lugar propicio para que la bendición celestial se pose sobre él, y no necesitará derrochar sus días en esfuerzo y preocupación. Esto es lo que dijo el Rey David: “Pues no del oriente ni del occidente, ni del desierto ni de las montañas, sino que Dios es el juez, a este abate y a aquel ensalza” (Salmos 75). Y el Rey Salomón dijo: “No te afanes por enriquecer, desiste de tu impulso” (Prov. 23).
El verdadero camino es el que transitaron los antiguos piadosos, al hacer su Torá su principal ocupación, y del trabajo cotidiano algo secundario, tanto uno como lo otro se mantuvo en su poder. Ya que, si el hombre trabaja en cierta medida, de ahí en más debe confiar en su Creador, y no afligirse por ninguna cuestión mundana, y entonces su mente permanecerá desocupada y su corazón dispuesto a la verdadera devoción y al Servicio integro.