Hasta aquí hablamos de la humildad de pensamiento, ahora hablaremos de la humildad en la acción.
Ella se divide en cuatro partes: el conducirse a sí mismo con humildad, soportar insultos, odiar la autoridad y escapar de los honores, y distribuir honor a todas las personas.
El primero, o sea conducirse con humildad, debe detonarse en su hablar, al caminar, al sentarse y en todos sus movimientos.
Con respecto al hablar dijeron Nuestros Sabios: “Será siempre el lenguaje del hombre con sus semejantes calmo”. Y el versículo nos aclara: “Las palabras de los sabios con calma son oídas” (Kohel. 9). Deben ser sus palabras respetables y no insultantes, y así está dicho: “El que desprecia a su prójimo carece de entendimiento” (Prov. 11). Y dice, “Al llegar el inicuo llega el desprecio” (Id. 18). Sobre el caminar esta dicho: “Se envió en contestación: ¿quién heredará el mundo por venir?, el humilde, de rodilla baja, encorvado llega y encorvado sale, y no se encamina con su altura erguida. No camina ceremoniosamente, sino como el que se dirige a sus ocupaciones normales” (Tr. Sanhed. 68). Y así se expresaron Nuestros Sabios: “Todo el que camina con su altura erguida, empuja los pies de la Divina Presencia”. Y dice la escritura: “Los que elevan su estatura se cegarán” (Isaías 10).