El segundo factor, comprende las vicisitudes provocadas por el tiempo y las numerosas consecuencias.
Pues el rico puede convertirse fácilmente en pobre, el gobernante en servidor o el prestigioso en humillado. Y si puede tan fácilmente ser reducido a una condición a la que detesta actualmente, ¿cómo puede enorgullecerse de una situación tan insegura? ¿Cuántas enfermedades – que Dios no lo permita – pueden atacar al hombre debiendo este pedir ayuda y aun implorar que lo alivianen en algo de su dolor? ¿Cuántas aflicciones – el Señor no lo permita – pueden sobrevenir a la persona, debiendo esta humillarse ante quienes aborrecía aun saludar, para que ellos lo ayuden? Este tipo de cosas lo vemos con nuestros ojos cotidianamente, y son suficientes para alejar del corazón del hombre el orgullo e investirlo de humildad.