Capítulo 24, » El temor al pecado» (sexta parte) /247
Y en todo lugar en que se manifieste la divina presencia, habrá temblor, tumulto y pavor. Y esto es lo que expresa la escritura, “La tierra se estremeció, también los cielos gotearon por la presencia del Señor” (Jueces 5). Y dice: “Si desgarras los cielos y bajaras, los montes ante tu presencia se derretirían” (Isaías 63). Más aún corresponde a los seres humanos, que se apabullen y teman al aceptar que están siempre ante el Señor, y muy fácilmente pueden realizar algo que no esté de acuerdo con su Majestad y su Gloria. Esto es lo que le dijera Elifaz a Job: “¿Que es el hombre para merecer, el nacido de una mujer para ser justo? He aquí que en sus santos no confía, y los cielos no son puros ante sus ojos” (Job. 15). Y agrega: “He aquí que en sus servidores no confía, aún en los ángeles encuentra depravación, cuanto más en lo que habitan las casas de lodo” (Id. 4).
Y por lo tanto debe el hombre temer y temblar constantemente, así como dijera Elihau:” Aun por eso se estremece mi corazón y salta de su lugar. Escuchaba con estremecimiento Su voz…” Este es el verdadero temor que corresponde a todo piadoso colocar ante sí siempre, sin que se aparte de él.