Capítulo 26, «La santidad» (primera parte) /252
La santidad se compone de dos aspectos, a saber: comienza con el servicio y culmina con la recompensa, o sea, en un principio el hombre se santifica a sí mismo, y finalmente lo santifican a él. Y esto es lo que dijeron Nuestros Sabios: “El hombre (que) se santifica a sí mismo un poco, lo santifican mucho, si se santifica de abajo lo santifican de arriba” (Tr. Iomah 39).
El esfuerzo consiste, en que el hombre debe apartarse y desligarse de lo material en forma absoluta, y apegarse siempre en todo momento y a toda hora a su Dios. Y por esta virtud los profetas fueron denominados ángeles, como está dicho sobre Aharón: “Pues los labios del sacerdote guardarán el conocimiento, y Torá requerirá de su boca, pues un ángel del Señor de los ejércitos es él” (Malaquías 3). Y dice,” Y ofendían a los ángeles del Señor” (Crónicas 2), y aun en los momentos en que se ocupan de sus actividades físicas, por requerimiento de su cuerpo, no se desviará su alma de la sublime unión. Y así está dicho:” Se une mi alma en pos de Ti, pues Tu diestra me sostiene” (Salmos 63).
Y, dado que es imposible que el hombre alcance esta situación sumamente difícil debido a su naturaleza física compuesta de carne y sangre, he dicho que en definitiva es un obsequio.