Pero después de haber experimentado todos estos preparativos, si continúa aferrándose con la fuerza del amor y el poder del temor, en la compresión de la grandeza del Señor y su inmensa Majestuosidad, se irá apartando poco a poco de las cuestiones materiales, y en todas sus acciones y todos sus movimientos dirigirá su corazón a la conciencia de la verdadera comunión, hasta que se pose sobre él el espíritu de lo Alto, y el Señor Bendito Sea, haga reposar en él su nombre, tal como lo hace con todos sus santos. Entonces será propiamente como un Ángel del Señor, y todas sus acciones, aun las diminutas y materiales serán consideradas como sacrificios y Servicio Divino.