Capítulo 4, “Adquisición de la prudencia”, (parte doce) – 51
Y en el capítulo: “Todos los condenados” (Trat. Jaguigá 5), Rabbi Iojanan cuando llegaba al siguiente versículo lloraba: “Y me acercaré a vosotros para juzgarlos, y seré testigo veloz, etc.”
Y dice: “Que esperanza tiene un esclavo que le juzgan sus faltas leves como las graves”(Malají 3-5), por supuesto que no es la intención de la cita asemejar los dos castigos, pues el Señor, Bendito Sea, solo recompensa según lo merecido. Pero la cuestión es que en la balanza de las acciones suben al platillo tanto las leves como las graves, pues no encubrirán las graves a las leves, y no la disimulará el juez en absoluto así como evita las graves sino sobre todos vigilará y controlará con ecuanimidad para juzgar a cada una y sentenciarles lo merecido por cada una. Como lo dijo el rey Salomón: “Pues sobre toda obra traerá el Señor a juicio”(Kohelet 12). Pues tal como el Señor no deja de recordar toda obra buena, aun poco cuantiosa, así no dejará de juzgar y amonestar toda obra mala, aun poco cuantiosa, y quitar del corazón de quienes se quieren seducir y pensar que no considerará el Señor en su juicio aquellas cosas leves y no las tomará en cuenta, sino la regla es: “Todo el que dice que el Señor hace concesiones, caducarán sus bienes”(Trat. Babá Kamá 50-a). Y así dijeron: “Si te dijere tu mal instinto peca que el Señor, Bendito Sea, te perdonará, no lo oigas”.
Y esto es algo simple y claro, pues a Dios le pertenece la verdad, como lo dijera Moisés, nuestro maestro: “El Creador integra en su obra pues todos sus caminos son justicia, Dios es fiel y sin iniquidad”(Deu. 32-13), pues por cuanto que el Señor desea justicia, así pasa por sobre la justicia, disimula la pena como los derechos.