Fíjate en la dificultad de la burla y su depravación extrema, que así como el escudo untado en aceite rechaza y desliza las flechas y las arroja a la tierra, sin permitirle que lleguen hasta las personas, así la burla actúa ante la amonestación y el reproche, pues con una frivolidad o una pequeña burla el hombre quita de sí gran parte del despertar y del entusiasmo que el corazón por si logra al ver o escuchar cosas que lo inciten al análisis y el examen de sus actos, pero la fuerza de la burla tira todo por tierra y ya no le hará efecto en absoluto. Y no por ser inefectivo el reproche o por falta de comprensión, sino porque la fuerza de la frivolidad destruye toda cuestión moral o de temor divino.