Sección 2, capitulo 3 «Providencia individual»(sexta parte)/85
Algunos individuos, por ejemplo, ameritan que se decrete sobre ellos prosperidad en éste mundo, para ayudarlo en su servicio a Dios y así facilitarle alcanzar la perfección buscada sin que se le presenten impedimentos. En otros casos, se decretan sobre el individuo, conforme a su conducta, perdidas y sufrimientos los cuales se presentaran ante el como una muralla que lo alejara de la perfección, de manera que necesitará de grandes esfuerzos para derribar dicha muralla y para superar todas las dificultades que lo alejan de la perfección.
Lo contrario ocurre con el malvado, a quien posiblemente se le decretan éxitos los cuales abren ante el los portones de la perdición; asimismo es posible que le decreten sufrimientos, con el fin de impedirle llevar a cabo la maldad que deseaba realizar. Y esto ocurrirá cuando entienda el Supremo Conocedor que aquella maldad no deba realizarse por algún motivo específico; a esto se refería el rey David en su plegaria: «No concedas, oh Dios, los anhelos del malvado, sus pensamientos no otorgues» (Salmos 140, 9). Empero Dios, Bendito Sea, desarrolla toda esta actividad con Su infinita inteligencia y en función de lo que es beneficioso para sus criaturas, como ya lo citáramos, juzgando a estas en todas las situaciones en su verdadera dimensión.