Sección 4, capítulo 6 «El orden diario y la plegaria» (cuarta parte) /232
2] Al otorgárseles a estas fuerzas de la mal autoridad para gobernar y proliferar, la obscuridad espiritual se incrementa y se fortalece en el mundo; y la persona, al hallarse acostado en su cama se extiende sobre él la impureza circundante de la noche, en la medida que se le designa de acuerdo al grado de corrupción en que se halle el cuerpo del individuo, debido al materialismo y las pasiones (Yetzer Hara’) que lo dominan.
Sumado a esto y como parte del orden general de la creación, al hallarse el hombre durmiendo ciertos componentes de su alma superior lo abandonan, como lo desarrollamos en la sec. 2, y experimenta un grado de la muerte.
Y así lo expresaron Nuestros Sabios: «El sueño es una sesenta aba parte de la muerte» (Tal. Berajot 57); y entonces se incrementa en su cuerpo la obscuridad al apartarse la luz espiritual que le transmite el alma purificándolo.
Por ello, este estado es el propicio para permitir el ingreso de la impureza en el cuerpo; y este es el espíritu de impureza que se posa en la mano al que se refirieron Nuestros Sabios (ver Tal. Shabbat 109).
Y la razón por la cual este espíritu impuro permanece en las manos y no en otro lugar, es que ese es el límite que le instituyo la Divina Inteligencia para permanecer en el hombre, en función de su estado en este mundo, ni más ni menos.