La regla es la siguiente: todo lo que signifique el fundamento del precepto lo hará aun ante quien se burle de ello. Pero lo que no corresponda a la consumación del precepto y sea motivo de burla o risa no deberá llevarlo a cabo. Aprendes de aquí, que el que desee practicar la verdadera devoción, deberá sopesar sus actos de acuerdo a las consecuencias que se produzcan, y con las condiciones que se presenten en ese momento; la sociedad, el tema y el lugar. Y si el apartarse producirá más santificación del Nombre Divino que el realizarlo, se apartará y no lo realizará. O si alguna acción en apariencia es buena, pero sus consecuencias o sus condiciones son malas. Y otra obra es mala en su apariencia, pero bueno en sus resultados, todo se debe encaminar tras su culminación y su resultado, que es el verdadero fruto de nuestra conducta.
Y esto queda librado al buen sentido y al entendimiento correcto, ya que es imposible enumerar los detalles, pues no tienen fin. Y como recita el versículo: “El Señor concede la inteligencia de su boca, el entendimiento y la sabiduría” (Prov. 2).