Y al determinar la persona en su corazón que es importante y digno de alabanza no será un sólo resultado el que se desprenda de ellos sino muchos y distintos efectos producirá, en ocasiones opuestas entre sí, productos de una misma causa y dirigidos hacia un mismo objetivo.
Así encontrarás entre los orgullosos quien piense que por cuanto que él es digno de elogio, único y distinguido en sus virtudes, según él considera, deberá conducirse de manera especial acorde a su respetabilidad, en su andar, al sentarse, al levantarse, al hablar y todo lo que realice no lo hará sino con gran parsimonia, caminará lentamente, se sentará con amplitud, se levantará lentamente, como las serpientes, no hablará con todos sino con los respetables de la congregación, y aun entre ellos hablará entrecortado como los oráculos, y todas sus obras sus movimientos y su accionar en sus comidas, bebidas o vestir y todo lo que realice lo hará con lentitud como si su carne fuese de plomo y sus huesos de plomo o arena.
Encontrarás otro orgulloso que al considerarse digno de elogio y elevado en su categoría, debe inspirar temor y todos temblarán ante su presencia, pues no corresponde que las personas traten de hablar con él o pedirle alguna cosa, y si así lo hicieran los atemorizará con su voz y con sus expresiones los apabullará en sus contestaciones arrogantes, y su apariencia será temible en todo momento y a toda hora.