Sábado 

י’ אייר התשפ"ד

Sábado

י’ אייר התשפ"ד

חיפוש בארכיון

Capítulo 26, «La santidad» (décima parte) /261

Y tú, querido lector, sabes como yo que no he agotado en éste, mi libro, la doctrina de la devoción y no dije todo lo que hay para mencionar al respecto, pues no hay límite, ni existe conclusión en el pensamiento.

Pero mencioné parte de cada uno de los aspectos de la Baraitá (cita) sobre la cual fundamenté mi obra, y es lo que conforma el comienzo y el principio para desarrollar la reflexión en ellos, al revelar sus caminos y abrir sus sendas a nuestros ojos para encaminarlos por ellas a la rectitud. Y en relación está dicho: “Escuche el sabio y aumente su caudal, el entendido, astucia adquirirá” (Prov. 1). Y el que viene a purificarse lo ayudan a él, pues: “El Señor concede la inteligencia de su boca, la sabiduría y el conocimiento” (Id. 2). Y esto es obvio, pues todo hombre según el oficio que posea o la ocupación que lleve a cabo, deberá obtener quien lo encamine o lo guíe. Y así, las sendas de la devoción que corresponden a quien hace de su ocupación la Torá, no son las mismas que aquellas que transita quien trabaja en dependencia de su compañero, y ninguno de estos caminos de la devoción es aplicable a los que se ocupan de los negocios.

Y así todos los demás aspectos de las ocupaciones de los hombres en el mundo, le corresponde los senderos de la devoción que se adaptan a él. Esto no significa que la devoción sea variable, pues ella comparte su objetivo común con todas las criaturas, es decir, realizar lo que sea placentero para el Señor.

Pero dado que las circunstancias varían, es imposible que no cambien también los medios que conducen al objetivo cada uno de acuerdo a su situación.

Y así, puede ser un gran devoto un hombre que por necesidad realiza un trabajo humilde, como aquel que no cesa su boca de estudiar Torá. Y está escrito: “Todo lo realizado por el Señor es por su causa” (Id. 16). Y dice: “En todos sus caminos tenlo presente, y Él allanará tus senderos” (Id. 3).

Que Él, Bendito sea Su Nombre, con su misericordia abra nuestros ojos a su Torá, nos indique sus caminos y nos conduzca por sus senderos. Y que seamos merecedores de honrar Su nombre, y proporcionarle placer.

“Sea la gloria del Señor por siempre, regocíjese el Señor en sus obras” (Salmos 104).

“Alégrese Israel en Quien los hizo, hijos de Sión, regocíjense en su Rey” (Salmos 149).

Amén. Amén. Amén.

R. Moshe Jaim Luzzatto Z"L TRADUCIDO AL CASTELLANO POR EL RABBI ISAAC FADDA.

"El sendero de los rectos es apartarse del mal; el que guarda su alma preserva su camino." (Mishle 16:17)