2] Adam, el primer hombre, previo al pecado original se hallaba en un estado sumamente elevado, muy por encima del estado en que se halla el ser humano en la actualidad (ya hablamos al respecto en la sección 1 cap. 3). El nivel del hombre en aquel estado era realmente un nivel digno de la excelencia eterna, como ya lo vimos. Y de no haber pecado, hubiese logrado la perfección y alcanzado una elevación permanente. En aquella situación de excelencia debía de engendrar futuras generaciones, en una cantidad determinada por la Inteligencia Divina, en función de lo realmente necesario para la perfección de quienes se deleitan en la bondad de Dios; y todas esas generaciones hubiesen obtenido el verdadero placer junto a Adam. Y Dios determinó y decretó que todas esas generaciones que vendrían se constituyesen con diferentes niveles. O sea, algunas de dichas generaciones serian primarias en tanto que otras secundarias; unas raíces y otras sus ramificaciones. Las futuras generaciones derivarían de las anteriores así como las ramas se originan en el árbol; y tanto el numero de arboles como el de ramas estaría determinado en forma precisa y exacta por la Inteligencia Divina.