Domingo 

כ"ז ניסן התשפ"ד

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Capítulo 10, “La limpieza”, (cuarta parte) – 94

Sin embargo, al habituarse a esa cautela hasta limpiar en forma absoluta su mente de los pecados más públicos, y acostumbrarse a sí mismo al servicio en forma ágil y crezca en el amor hacia su Creador y anhelo a Él, la fuerza de su hábito lo alejará de toda cuestión material y apegará su mente a la integridad espiritual hasta que finalmente logrará llegar a la limpieza total, pues apagará el fuego de las pasiones físicas de su corazón al desarrollarse en él, el amor Divino, y entonces quedará su vista clara y diáfana, como lo mencionamos anteriormente, y no se seducirá ni lo alcanzará el afán materialista, y limpiará sus obras totalmente.

Y he aquí, que con esta virtud se regocijaba David diciendo: “Aseo con limpieza mis manos, y rodeare tu altar mi Señor” (Salmos 26).

Pues en verdad, solo quien se purifique de toda huella de pecado o trasgresión es digno de presentarse ante el Rey, Dios. Y de otro modo deberá avergonzarse y humillarse frente a Él, como le dice Ezra, el escriba: “Dios, me avergüenzo y humillo de levantar mi rostro hacia mi Señor” (Ezra 9).

R. Moshe Jaim Luzzatto Z"L TRADUCIDO AL CASTELLANO POR EL RABBI ISAAC FADDA.

"El sendero de los rectos es apartarse del mal; el que guarda su alma preserva su camino." (Mishle 16:17)